ES/SB 2.3.21: Difference between revisions

m (Text replacement - "\[\[[A-Z]{2,}\/(.*)\|Click here for English\]\]" to "Click here for English")
No edit summary
Line 38: Line 38:


<div class="purport">
<div class="purport">
Tal como se declaró anteriormente, hay tres clases de devotos del Señor. El devoto de primera clase no ve a nadie en absoluto que no le preste servicio al Señor, pero el devoto de segunda clase hace distinciones entre devotos y no devotos. Los devotos de segunda clase tiene, pues, la función de realizar la labor de predicar, y, como se indicó en el verso anterior, deben predicar en voz alta las glorias del Señor. El devoto de segunda clase acepta discípulos procedentes de la sección de los devotos de tercera clase o de los no devotos. En ocasiones, el devoto de primera clase también desciende a la categoría de devoto de segunda clase, para realizar labores de prédica. Pero al hombre común, de quien se espera que se convierta al menos en un devoto de tercera clase, se le aconseja aquí visitar el templo del Señor y postrarse ante la Deidad, aunque sea un hombre muy rico, incluso si es un rey que lleva un turbante de seda o una corona. El Señor es el Señor de todo el mundo, incluso de los grandes reyes y emperadores, y los hombres que son ricos a los ojos de la gente mundana, deben, por consiguiente, preocuparse de ir al templo del Señor Śrī Kṛṣṇa, y postrarse regularmente ante la Deidad. El Señor que se encuentra en el templo en la forma venerable nunca se considera que está hecho de piedra o de madera, pues el Señor, en Su encarnación arcā como la Deidad del templo, favorece inmensamente a las almas caídas, mediante Su auspiciosa presencia. Por medio del proceso de oír, tal como se mencionó antes, se logra esta comprensión acerca de la presencia del Señor en el templo. Así pues, el primer proceso en la labor de rutina del servicio devocional —el proceso de oír— es el factor fundamental. Es esencial que todas las clases de devotos oigan lo que dicen las fuentes auténticas, tales como el Bhagavad-gītā y el Śrīmad-Bhāgavatam. El hombre común que está engreído con su posición material y no se postra ante la Deidad del Señor que se encuentra en el templo, o que desafía la adoración del templo porque carece de todo conocimiento acerca de la ciencia, debe saber que su llamado turbante o corona solo servirá para hundirlo más en el agua del océano de la existencia material. Un hombre que se está ahogando con un gran peso en la cabeza es seguro que se hundirá más rápidamente que los que no tienen ningún peso. El hombre necio y envanecido desafía la ciencia de Dios y dice que para él Dios no tiene sentido, pero cuando se encuentra en las garras de la ley de Dios y lo atrapa alguna enfermedad, tal como la trombosis cerebral, ese hombre ateo se hunde en el océano de la nesciencia, debido al peso de su adquisición material. El adelanto de la ciencia material sin conciencia de Dios es una pesada carga que se pone sobre la cabeza de la sociedad humana, por lo cual uno debe prestarle atención a esta gran advertencia.
Tal como se declaró anteriormente, hay tres clases de devotos del Señor. El devoto de primera clase no ve a nadie en absoluto que no le preste servicio al Señor, pero el devoto de segunda clase hace distinciones entre devotos y no devotos. Los devotos de segunda clase tiene, pues, la función de realizar la labor de predicar, y, como se indicó en el verso anterior, deben predicar en voz alta las glorias del Señor. El devoto de segunda clase acepta discípulos procedentes de la sección de los devotos de tercera clase o de los no devotos. En ocasiones, el devoto de primera clase también desciende a la categoría de devoto de segunda clase, para realizar labores de prédica. Pero al hombre común, de quien se espera que se convierta al menos en un devoto de tercera clase, se le aconseja aquí visitar el templo del Señor y postrarse ante la Deidad, aunque sea un hombre muy rico, incluso si es un rey que lleva un turbante de seda o una corona. El Señor es el Señor de todo el mundo, incluso de los grandes reyes y emperadores, y los hombres que son ricos a los ojos de la gente mundana, deben, por consiguiente, preocuparse de ir al templo del Señor Śrī Kṛṣṇa, y postrarse regularmente ante la Deidad. El Señor que se encuentra en el templo en la forma venerable nunca se considera que está hecho de piedra o de madera, pues el Señor, en Su encarnación ''arcā'' como la Deidad del templo, favorece inmensamente a las almas caídas, mediante Su auspiciosa presencia. Por medio del proceso de oír, tal como se mencionó antes, se logra esta comprensión acerca de la presencia del Señor en el templo. Así pues, el primer proceso en la labor de rutina del servicio devocional —el proceso de oír— es el factor fundamental. Es esencial que todas las clases de devotos oigan lo que dicen las fuentes auténticas, tales como el ''Bhagavad-gītā'' y el ''Śrīmad-Bhāgavatam''. El hombre común que está engreído con su posición material y no se postra ante la Deidad del Señor que se encuentra en el templo, o que desafía la adoración del templo porque carece de todo conocimiento acerca de la ciencia, debe saber que su llamado turbante o corona solo servirá para hundirlo más en el agua del océano de la existencia material. Un hombre que se está ahogando con un gran peso en la cabeza es seguro que se hundirá más rápidamente que los que no tienen ningún peso. El hombre necio y envanecido desafía la ciencia de Dios y dice que para él Dios no tiene sentido, pero cuando se encuentra en las garras de la ley de Dios y lo atrapa alguna enfermedad, tal como la trombosis cerebral, ese hombre ateo se hunde en el océano de la nesciencia, debido al peso de su adquisición material. El adelanto de la ciencia material sin conciencia de Dios es una pesada carga que se pone sobre la cabeza de la sociedad humana, por lo cual uno debe prestarle atención a esta gran advertencia.


Si el hombre común no tiene tiempo para adorar al Señor, al menos puede ocupar las manos por unos cuantos segundos en lavar o barrer el templo del Señor. Mahārāja Pratāparudra, el muy poderoso rey de Orisa, siempre estaba muy ocupado con las grandes responsabilidades estatales, pero aun así se impuso el deber de barrer una vez al año el templo del Señor Jagannātha que se encuentra en Purī, durante el festival del Señor. Lo que se quiere decir es que, por importante que un hombre sea, debe aceptar la supremacía del Señor Supremo. Ese estado de conciencia de Dios ayudará al hombre incluso en su prosperidad material. La subordinación de Mahārāja Pratāparudra ante el Señor Jagannātha lo convirtió en un rey poderoso, hasta el punto que ni siquiera el gran conquistador extranjero de la época podía entrar en Orisa, debido al poderoso Mahārāja Pratāparudra. Y al final Mahārāja Pratāparudra recibió la gracia del Señor Caitanya, precisamente a causa de que aquel aceptara subordinarse al Señor del universo. Entonces, aunque la esposa de un hombre rico lleve en los brazos brillantes brazaletes de oro, debe dedicarse a prestarle servicio al Señor.
Si el hombre común no tiene tiempo para adorar al Señor, al menos puede ocupar las manos por unos cuantos segundos en lavar o barrer el templo del Señor. Mahārāja Pratāparudra, el muy poderoso rey de Orisa, siempre estaba muy ocupado con las grandes responsabilidades estatales, pero aun así se impuso el deber de barrer una vez al año el templo del Señor Jagannātha que se encuentra en Purī, durante el festival del Señor. Lo que se quiere decir es que, por importante que un hombre sea, debe aceptar la supremacía del Señor Supremo. Ese estado de conciencia de Dios ayudará al hombre incluso en su prosperidad material. La subordinación de Mahārāja Pratāparudra ante el Señor Jagannātha lo convirtió en un rey poderoso, hasta el punto que ni siquiera el gran conquistador extranjero de la época podía entrar en Orisa, debido al poderoso Mahārāja Pratāparudra. Y al final Mahārāja Pratāparudra recibió la gracia del Señor Caitanya, precisamente a causa de que aquel aceptara subordinarse al Señor del universo. Entonces, aunque la esposa de un hombre rico lleve en los brazos brillantes brazaletes de oro, debe dedicarse a prestarle servicio al Señor.

Revision as of 19:09, 1 February 2024


Su Divina Gracia A. C. Bhaktivedanta Swami Prabhupada


TEXTO 21

bhāraḥ paraṁ paṭṭa-kirīṭa-juṣṭam
apy uttamāṅgaṁ na namen mukundam
śāvau karau no kurute saparyāṁ
harer lasat-kāñcana-kaṅkaṇau vā


PALABRA POR PALABRA

bhāraḥ—una gran carga; param—pesada; paṭṭa—seda; kirīṭa—turbante; juṣṭam—vestido con; api—incluso; uttama—superior; aṅgam—partes del cuerpo; na—nunca; namet—postran; mukundam—el Señor Śrī Kṛṣṇa, el salvador; śāvau—cadáveres; karau—manos; no—no; kurute—realizan; saparyām—adoración; hareḥ—de la Personalidad de Dios; lasat—brillantes; kāñcana—hechos de oro; kaṅkaṇau—brazaletes; —aunque.


TRADUCCIÓN

La porción superior del cuerpo, aunque esté coronada con un turbante de seda, solo es una pesada carga, si no se postra ante la Personalidad de Dios, quien puede otorgar mukti [la libertad]. Y las manos, aunque estén adornadas con brillantes brazaletes, son como las de un muerto, si no se ocupan en el servicio de la Personalidad de Dios Hari.


SIGNIFICADO

Tal como se declaró anteriormente, hay tres clases de devotos del Señor. El devoto de primera clase no ve a nadie en absoluto que no le preste servicio al Señor, pero el devoto de segunda clase hace distinciones entre devotos y no devotos. Los devotos de segunda clase tiene, pues, la función de realizar la labor de predicar, y, como se indicó en el verso anterior, deben predicar en voz alta las glorias del Señor. El devoto de segunda clase acepta discípulos procedentes de la sección de los devotos de tercera clase o de los no devotos. En ocasiones, el devoto de primera clase también desciende a la categoría de devoto de segunda clase, para realizar labores de prédica. Pero al hombre común, de quien se espera que se convierta al menos en un devoto de tercera clase, se le aconseja aquí visitar el templo del Señor y postrarse ante la Deidad, aunque sea un hombre muy rico, incluso si es un rey que lleva un turbante de seda o una corona. El Señor es el Señor de todo el mundo, incluso de los grandes reyes y emperadores, y los hombres que son ricos a los ojos de la gente mundana, deben, por consiguiente, preocuparse de ir al templo del Señor Śrī Kṛṣṇa, y postrarse regularmente ante la Deidad. El Señor que se encuentra en el templo en la forma venerable nunca se considera que está hecho de piedra o de madera, pues el Señor, en Su encarnación arcā como la Deidad del templo, favorece inmensamente a las almas caídas, mediante Su auspiciosa presencia. Por medio del proceso de oír, tal como se mencionó antes, se logra esta comprensión acerca de la presencia del Señor en el templo. Así pues, el primer proceso en la labor de rutina del servicio devocional —el proceso de oír— es el factor fundamental. Es esencial que todas las clases de devotos oigan lo que dicen las fuentes auténticas, tales como el Bhagavad-gītā y el Śrīmad-Bhāgavatam. El hombre común que está engreído con su posición material y no se postra ante la Deidad del Señor que se encuentra en el templo, o que desafía la adoración del templo porque carece de todo conocimiento acerca de la ciencia, debe saber que su llamado turbante o corona solo servirá para hundirlo más en el agua del océano de la existencia material. Un hombre que se está ahogando con un gran peso en la cabeza es seguro que se hundirá más rápidamente que los que no tienen ningún peso. El hombre necio y envanecido desafía la ciencia de Dios y dice que para él Dios no tiene sentido, pero cuando se encuentra en las garras de la ley de Dios y lo atrapa alguna enfermedad, tal como la trombosis cerebral, ese hombre ateo se hunde en el océano de la nesciencia, debido al peso de su adquisición material. El adelanto de la ciencia material sin conciencia de Dios es una pesada carga que se pone sobre la cabeza de la sociedad humana, por lo cual uno debe prestarle atención a esta gran advertencia.

Si el hombre común no tiene tiempo para adorar al Señor, al menos puede ocupar las manos por unos cuantos segundos en lavar o barrer el templo del Señor. Mahārāja Pratāparudra, el muy poderoso rey de Orisa, siempre estaba muy ocupado con las grandes responsabilidades estatales, pero aun así se impuso el deber de barrer una vez al año el templo del Señor Jagannātha que se encuentra en Purī, durante el festival del Señor. Lo que se quiere decir es que, por importante que un hombre sea, debe aceptar la supremacía del Señor Supremo. Ese estado de conciencia de Dios ayudará al hombre incluso en su prosperidad material. La subordinación de Mahārāja Pratāparudra ante el Señor Jagannātha lo convirtió en un rey poderoso, hasta el punto que ni siquiera el gran conquistador extranjero de la época podía entrar en Orisa, debido al poderoso Mahārāja Pratāparudra. Y al final Mahārāja Pratāparudra recibió la gracia del Señor Caitanya, precisamente a causa de que aquel aceptara subordinarse al Señor del universo. Entonces, aunque la esposa de un hombre rico lleve en los brazos brillantes brazaletes de oro, debe dedicarse a prestarle servicio al Señor.